Federico Nogara:
1) Si viviéramos en un mundo perfecto diría que las líneas de acción de Malabia consisten en difundir cultura, o al menos el tipo de cultura que nos interesa a los integrantes de la revista. La sociedad en que vivimos –de oferta y demanda dominada por el dinero- ha transformado la cultura en un fenómeno de masas. ¿Qué es la cultura de masas? La televisión, cuyos dueños son los propietarios de los grandes periódicos y las grandes radios, de las editoriales y del negocio relativo al arte. Las consecuencias son claras: unos creadores que duran un máximo de dos o tres meses y son sustituidos por otros (el triunfo de la novedad sobre la calidad) a menos que sean “marcas registradas”, la cultura como entretenimiento y como cambalache, donde todo vale aunque sea contradictorio.
Quienes hacemos Malabia creemos que la cultura existe dentro de una tradición y tiene una teoría detrás, por eso nos importan los vasos comunicantes, la influencia entre los creadores. Trabajando de esta forma trascendemos a la difusión, en realidad damos una nueva dirección a la cultura y la redimensionamos.
2) Creo haber contestado esta pregunta en la anterior. Pero seré más explícito. Hay una tendencia en los creadores a creer que son seres especiales. Y en realidad lo son mientras crean. Cuando su “producto cultural” (pintura, libro, escultura, fotografía, etc.) está terminado se convierte en un objeto de consumo, muchas veces decorativo, y entra a regirse por las reglas del mercado (que siempre favorecen al fuerte). En ese momento el creador pasa del mundo de la creación al del comercio –a veces ya está instalado en él desde antes, pero esa es otra historia. Así funciona el contexto “global” donde nos movemos.
3) De lo anterior es fácil inferir que hay, si no un discurso hegemónico, la intención de monopolizar la cultura para hacerla maleable al discurso del poder. No olvidemos que el siglo XX estuvo signado por intelectuales y artistas que no sólo enfrentaron a ese poder sino que trataron de minar sus valores. Rescatar a esos autores y buscar su relación con la obra de los jóvenes de hoy día (relación que existe porque la cultura funciona de forma retrospectiva, son los vasos comunicantes de que hablábamos) es una forma de insertar nuevas ideas. También lo es trabajar poniendo atención a las vanguardias (la cultura de masas, que trabaja con lo efímero o con lo ya instalado que da dividendos, no las genera).
4) Los elementos débiles de la sociedad –y un trabajador de la cultura es de los especialmente débiles a menos que forme parte de alguna burocracia o centro de poder- se dieron cuenta desde hace mucho –quizá desde Espartaco- que la única forma de desarrollar lo autogestivo es la unión. En estos últimos años de “sálvese quien pueda” ha primado la estrategia de determinar al mejor o la carrera por llegar primero a la editorial o la galería. Es hora de trabajar con el concepto de que las obras son complementarias, lo que nos alejará de la competencia y nos acercará a la unidad.
Quienes hacemos Malabia creemos que la cultura existe dentro de una tradición y tiene una teoría detrás, por eso nos importan los vasos comunicantes, la influencia entre los creadores. Trabajando de esta forma trascendemos a la difusión, en realidad damos una nueva dirección a la cultura y la redimensionamos.
2) Creo haber contestado esta pregunta en la anterior. Pero seré más explícito. Hay una tendencia en los creadores a creer que son seres especiales. Y en realidad lo son mientras crean. Cuando su “producto cultural” (pintura, libro, escultura, fotografía, etc.) está terminado se convierte en un objeto de consumo, muchas veces decorativo, y entra a regirse por las reglas del mercado (que siempre favorecen al fuerte). En ese momento el creador pasa del mundo de la creación al del comercio –a veces ya está instalado en él desde antes, pero esa es otra historia. Así funciona el contexto “global” donde nos movemos.
3) De lo anterior es fácil inferir que hay, si no un discurso hegemónico, la intención de monopolizar la cultura para hacerla maleable al discurso del poder. No olvidemos que el siglo XX estuvo signado por intelectuales y artistas que no sólo enfrentaron a ese poder sino que trataron de minar sus valores. Rescatar a esos autores y buscar su relación con la obra de los jóvenes de hoy día (relación que existe porque la cultura funciona de forma retrospectiva, son los vasos comunicantes de que hablábamos) es una forma de insertar nuevas ideas. También lo es trabajar poniendo atención a las vanguardias (la cultura de masas, que trabaja con lo efímero o con lo ya instalado que da dividendos, no las genera).
4) Los elementos débiles de la sociedad –y un trabajador de la cultura es de los especialmente débiles a menos que forme parte de alguna burocracia o centro de poder- se dieron cuenta desde hace mucho –quizá desde Espartaco- que la única forma de desarrollar lo autogestivo es la unión. En estos últimos años de “sálvese quien pueda” ha primado la estrategia de determinar al mejor o la carrera por llegar primero a la editorial o la galería. Es hora de trabajar con el concepto de que las obras son complementarias, lo que nos alejará de la competencia y nos acercará a la unidad.
Federico Nogara.
Profesor de inglés y español como segunda lengua. Director de la revista Malabia. Traductor. Escritor. Coordinador de talleres literarios. Articulista en diarios y revistas.
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